Miguel Pérez
Tierra, salitre, fuego y rabia. Así es Miguel Pérez. Trazos púrpuras de la tierra quemada, rojos salvajes que arden en el lienzo y brillantes ocres de la genialidad de un artista. Incontrolable pero sereno.
Aborda silencios azafranados, impresiones nostálgicas de un isleño. Desiertos de lava que se funden con una arquitectura imaginaria, con la mano del hombre que no aparece. Abismos encrespados, marejadas embravecidas y ventoleras que nunca acaban.
Pinceladas caóticas y oscuras que rasgan el lienzo y cosen el paisaje. Cicatrices que no se curan y que reinventan la naturaleza, jugando con ella y aportándole temperamento. Espontaneidad en estado puro, sensibilidad abrumadora y enigmas todopoderosos que piden a gritos salirse de la obra.
Calidez que devora. Sabor salado que se deshace ante tal belleza. Brillante Miguel Pérez.
Adonay Bermúdez